¡A sus órdenes, señoras! El desembarco de las mujeres en el
Ejército
8 de marzo. Día de la Mujer
PABLO HERRAIZ
- 8
MAR. 2019 01:38
La brigada Patricia Navarro, mecánica de un avión
apagafuegos. SERGIO GONZÁLEZ
Ya han pasado 30 años desde que las primeras mujeres
entraron en el Ejército. En España su porcentaje está en minoría con un 12%,
pero es superior al 10% de los otros países de la OTAN
Si todo sigue su curso, al menos una de las siete coroneles
que hay en la actualidad llegará en breve a ser la primera general, y para las
demás es cuestión de tiempo
Ya va la tercera ministra de Defensa, con Margarita Robles
al frente, tras María Dolores de Cospedal y Carme Chacón. Hay mujeres pilotos,
médicos, combatientes, marinas... Y altos cargos en el ministerio, como la jefa
de Gabinete o varias directoras generales. Por tanto, no se trata de contar la
novedad, que ya no lo es, sino todo lo contrario. Las protagonistas de hoy
reivindican que su entrevista podría haber salido cualquier otro día diferente
a este 8-M porque en sus puestos es el día a día lo que cuenta más que una
fecha señalada. Esta es ya la normalidad en la institución que en el pasado
quizá fue la más masculina de todas.
Por ejemplo, la coronel médico Ana Betegón es
la primera mujer que dirige un hospital militar (el Hospital General de la
Defensa de Zaragoza) y ha sido la primera en muchas otras cosas. Lleva desde
1990 en las Fuerzas Armadas. «Primero decidí ser médico, porque cuando acabé la
carrera, en 1986, todavía no podían entrar mujeres al Ejército. Quizá porque me
casé en el 87 con un teniente veterinario empecé a conocer la vida militar y a
apreciarla. Y hoy estoy orgullosa de ser médico militar. Mi ambición es llegar
a lo máximo, o sea, a general, pero sobre todo mi ambición actual consiste en
dirigir bien el hospital», explica. Ha pasado por muchos sitios porque
pertenece a los Cuerpos Comunes, que pueden prestar servicio en los tres
ejércitos. Su primer destino fue en El Goloso como jefa de la Compañía de
Sanidad. Enseñó a buceadores de la Sección de Actividades Anfibias de
la Academia de Ingenieros.
Entre muchos lugares, pasó un año forzoso en Bilbao, cuando
no había voluntarios para ir al País Vasco: «Eso fue al mes de tener a mi
primera hija», recuerda, «y entonces no se hablaba de conciliación ni
nada parecido; no existía el concepto. Pero pese a que entre mi marido
y yo hemos estado mucho tiempo fuera de casa, nuestras dos hijas han optado por
la vida militar. Así que han vivido el sacrificio, pero también se les ha
contagiado la pasión de sus padres», dice.
Ana ha estado seis veces en Afganistán, donde
tuvo oportunidad de practicar la Telemedicina, que consiste en trabajar a
distancia con especialistas para diagnosticar pacientes, con vídeos de alta
resolución y envío en tiempo real de datos médicos. Fue también la primera
mujer en mandar un hospital de campaña en zona de combate, y allí también pasó
por los helicópteros del MEDEVAC, algo así como un 112 en zona de
guerra: helicópteros medicalizados y armados para evacuar heridos.
Tras casi 30 años, es categórica: «No he tenido ni un
problema en mi vida por ser mujer en el Ejército. Si acaso, ahora siento algo
de discriminación positiva, pero lo cierto también es que lo que tengo me lo he
ganado trabajando duro».
La coronel médico Ana Betegón, directora del hospital
militar de Zaragoza.
Adoración Mateos, Dora, la única civil de este
reportaje, es la directora general de Personal del Ministerio de Defensa, donde
lleva ocho años. Pertenece al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del
Estado y de ella dependen «la planificación de efectivos del personal militar
(122.998) y del personal civil (17.646) del ministerio», como explica ella
misma. En la gestión de personal, tiene tareas fundamentales para seguir
integrando a la mujer en las FAS: «Tengo que impulsar y desarrollar las
políticas sociales y de igualdad, concretamente la coordinación de las
políticas de igualdad, la dirección de la acción social, la gestión de las
pensiones militares, el apoyo continuado a los heridos y a los
familiares de los fallecidos y heridos en acto de servicio y la
atención al personal militar con discapacidad».
Dora explica que «las Fuerzas Armadas han experimentado una
importante transformación y evolución». Primero, por la dimensión internacional
que han adquirido desde su primera misión en 1989; segundo, por la
reorganización operativa y territorial; tercero, por la incorporación de la
mujer desde 1988 (en la actualidad hay 15.443 mujeres), y cuarto, la
profesionalización del Ejército en 2002.
Como digenper (a los militares les chiflan
las siglas y términos raros), Dora sabe que «las militares van
asumiendo responsabilidades conforme alcanzan empleos superiores [...]
y todas han demostrado su capacidad de liderazgo y responsabilidad. Hay mujeres
pilotando aviones F-18, al mando de buques y unidades tipo batallón». Además,
añade que hay una «estructura permanente para el impulso de la igualdad desde
2005: el Observatorio Militar para la Igualdad entre mujeres y
hombres en las Fuerzas Armadas», que la OSCE, la OTAN y la UE consideran una
referencia.
Mari Luz sargento 1º
EN EL LÍBANO Y AFAGANISTÁN PASÉ LOS MEJORES MESES DE MI
VIDA, ALLÍ HICE LO QUE SIEMPRE HABÍA QUERIDO HACER
Por centrar la mirada en el Ejército de Tierra: la cabo
1º Sandra Perales, militar desde 1998, en cuanto cumplió los 18,
con vocación familiar (bisabuelo y abuelo militares), eligió Artillería para
estar cerca de su familia, en Palma de Mallorca, en un regimiento que apenas
tenía dos o tres mujeres. Hasta 2009 estuvo en un pelotón de Mistral, un tipo
de misiles que se llevan, literalmente, a cuestas. En 2006 fue a Bosnia
como jefa de pelotón y para entonces ya llevaba años aficionada a la
esgrima: «Empecé con la espada y luego también me dediqué al florete. Estuve
compitiendo nivel profesional y gané varios torneos, pero tuve que parar en
2009 porque estaba embarazada», recuerda. Y sin embargo, eso no fue obstáculo
para volver a luchar, y este año ha ganado la medalla de oro del Ejército de
Tierra en las dos armas. Concilia bien, porque «la vida cuartelera ha cambiado,
y ahora se parece más a un trabajo como los demás, aunque esto sea más un
estilo de vida que un trabajo».
Aun así, cree que «en la vida militar hay que conciliar un
poco más que en otras profesiones, aunque haya muchas facilidades. Mi marido es
también militar y en parejas militares es normal que uno se sacrifique más. A
veces uno se tiene que ir a una misión y el otro se queda aquí solo. Pero todo
es hablarlo en pareja». Ahora, a punto de cumplir 40 años, Sandra sigue
apasionada con la espada, tiene dos niñas, todos los carnés de conducir (le
encantan los vehículos militares) y espera ascender a cabo mayor.
También en los 90, la sargento 1º Mariluz Vázquez
Núñez («todos me llaman Núñez, porque en mi curso ya había muchos
Vázquez», apunta) entró en la Armada y acabó en Infantería de Marina, la
primera avanzada de soldados que se proyecta a tierra desde el mar. Es un
trabajo cuyo riesgo ha exprimido 18 años. Fue fusilero en Canarias, estuvo en
Seguridad de Transportes en Ferrol y cuando ascendió a cabo y después a cabo 1º
se fue a la Brigada de Infantería de Marina. Allí fue la primera y, hasta la
fecha, única mujer en entrar en los ACAF [volvemos a las
siglas...], que son los equipos de élite que apoyan los ataques aéreos,
terrestres y navales en las zonas de conflicto. Precisamente con estos equipos
fue al Líbano en 2006 y a Afganistán en 2008, donde le reconocieron el valor
por sus actuaciones en combate: «Fueron los mejores meses de mi vida, allí hice
lo que siempre había querido hacer. No pensaba en el miedo, porque para eso te
han entrenado», explica. Cuando pasó a los llamados Equipos Operativos de
Seguridad, se convirtió en la jefa de 10 personas de las que depende toda la
seguridad de un barco. Viajó al Mediterráneo y la costa oeste de África: «Allí
hacíamos adiestramiento a los militares africanos, y les chocaba ver a una
mujer que además fuera la jefa del equipo. Allí todavía es muy raro ver mujeres
militares». Vázquez tiene ahora un niño de dos años y las aventuras son otras.
Desde que ascendió a sargento trabaja en Madrid, y ahora es auxiliar del
capitán de la compañía en la que está destinada. Pero lo tiene claro: «El
Ejército me hace sentir orgullosa de mí misma. En él puedes crecer todo lo que
quieras: estar tranquila o no parar. Yo estoy feliz de haber exprimido al
máximo mis años operativos».
EN LA VIDA MILITAR HAY QUE CONCILIAR UN POCO MÁS QUE EN
OTRAS PROFESIONES, AUNQUE HAYA MUCHAS FACILIDADES
En cuanto a años operativos, los 23 (y lo que queda) que
lleva la brigada del Ejército del Aire Patricia Navarro como
mecánico de los aviones del 43 Grupo. Para entendernos: los hidroaviones rojos
y amarillos que apagan incendios. ¿Por qué se metió en esto? «Soy de Zaragoza y
mi padre trabajaba como civil en la base americana. Cuando iba de pequeña con
él, veía a las militares y le decía: 'Yo quiero ser como ellas', y él me
contestaba: 'Las mujeres en España no pueden', porque todavía no estaba
permitido, y yo le contestaba: '¡Pues me iré a América!'». Ahora lleva unas
3.500 horas de vuelo y dos o tres días por semana, como poco, vuela. Entró en
el 96 y, aunque los aviones ahora están adscritos a la UME, siempre ha estado
en lo mismo: extinguir fuegos. De ella depende la seguridad del vuelo, revisa
el avión antes y después, y en el aire va con los pilotos controlando que todo
vaya bien.
También hace de «mecánica probadora», que son los que vuelan
para probar el avión tras una revisión importante. Los apagafuegos son otra
manera de volar, porque vuelan raso, suben, bajan, improvisan... «Habré estado
en unos cientos de incendios, pero recuerdo especialmente el de Guadalajara de
2005 [murieron 11 bomberos]. Nunca había visto unas llamas tan altas»,
recuerda.
u temporada fuerte va de junio a mediados de octubre:
«Trabajamos un día sí y uno no. En verano ya sabes que te puede tocar salir en
cualquier momento, y también fuera: a Portugal, Francia, Italia, Grecia...».
Patricia estudió en la academia de León y desde entonces ha
estado sobre todo en Torrejón, aunque siempre viajando. «Lo que más me gusta de
mi trabajo es ayudar a la gente, y en el futuro me gustaría ayudar también a
mejorar las condiciones de los suboficiales como yo, que se sientan orgullosos
de serlo».

La directora general de Personal del Ministerio de Defensa, Adoración Mateos. SERGIO GONZÁLEZ
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