CATALINA DE ERAUSO, LA MONJA ALFÉREZ
Catalina de
Erauso fue monja y militar que luchó en la Guerra de Arauco, en 1619,
donde ganó gran fama por haber recuperado una bandera española arrebatada por
los indios. Fue conocida como la Monja Alférez.
Este personaje femenino fue uno de los más controvertidos del Siglo de Oro español, generando más de un debate entre la intelectualidad del momento, pero consiguió ganarse el respeto y admiración de muchos que la consideraron una heroína.
En la actualidad sigue siendo una fuente de inspiración para escritores, dramaturgos, directores de cine y artistas plásticos tanto españoles como extranjeros. Literatos el mundo anglosajón la denominaron Lieutenant Nun.
CATALINA DE ERAUSO
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Nacida en San Sebastián en 1592, Catalina de Erauso y Pérez Galarraga era hija del militar Miguel de Erauso y de María Pérez de Gallárraga y Arce. A los cuatro años fue internada en el convento de San Sebastián el Antiguo, del que una tía suya era la priora, donde pasó su niñez y su adolescencia, llevando una austera vida monacal de oración y disciplina.
Sin embargo, su carácter inquieto y rebelde no era muy apropiado para la vida enclaustrada. Tras una pelea con una novicia, en la que recibió varios golpes, fue encerrada en su celda de la que escapó disfrazada de campesino, marchándose del convento para siempre en 1607.
Ya no abandonó su disfraz, su identidad desapareció. Siempre vestida como un hombre y con el pelo cortado a manera masculina, adoptó nombres diferentes, como Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso. Su aspecto físico le ayudó a ocultar su condición femenina ya que fue una mujer de gran estatura, más bien fea y sin unos caracteres sexuales femeninos muy marcados. Pedro de la Valle escribió sobre ella que "no tiene pechos, que desde muchacha me dijo haber hecho no sé que remedios para secarlos y dejarla llana como le quedaron...". También se escribió que nunca se bañaba, y que debió adoptar comportamientos masculinos para así poder ocultar su verdadera identidad.
ESCULTURA EN LOS JARDINES DE MIRAMAR, SAN SEBASTIÁN |
Pasó entonces a vivir en los bosques y a alimentarse de hierbas, a viajar de pueblo en pueblo, temerosa de ser reconocida, hasta que llegó a Valladolid, y de nuevo, a Bilbao. Finalmente, llegó a Sanlúcar de Barrameda, y se embarcó trabajando como grumete en uno de los grandes navíos de la Carrera de Indias que traen a España la plata extraída de las minas americanas. Curiosamente, el patrón de esa nave era Esteban Eguiño, tío de Catalina, aunque aquel nunca reconoció a su sobrina.
Desembarcó en Araya (Venezuela) y marchó a Cartagena (Colombia). En América desempeñó diversos oficios, primero trabajó en Trujillo, más tarde, llegó a Lima, en el Virreinato del Perú, donde se alistó como soldado bajo el mando de distintos capitanes
En 1619, viajó a Chile, donde, al servicio de la Monarquía hispánica, participó en diversas guerras de conquista. En la Guerra de Araucco contra los mapuches, consiguió ganarse la fama de valiente y hábil con las armas, estacada en el combate y sin revelar que era una mujer. Durante una batalla, en un acto de valor heroico recuperó la bandera, que les habían arrebatado. En este lance recibió tres flechazos y una lanzada, por los mapuches, así como el grado de alférez por sus mandos.
Así relató su hazaña:
"Llegándoles socorro, nos fue mal y nos mataron mucha gente y capitanes, y a mi alferéz, y llevaron la bandera. Viéndola llevar, partimos tras ella yo y dos soldados de a caballo por medio de gran multitud, atropellando y matando, y recibiendo daño: en breve cayó muerto uno de los tres. Proseguimos los dos. Llegamos a la bandera, cayó de un bote de lanza mi compañero. Yo recibí un mal golpe en una pierna, maté al cacique que la llevaba y quitésela, y apreté con mi caballo, atropellando, matando e hiriendo a infinidad, pero malherido y pasado de tres flechas y de una lanza en el hombro ixquierdo, que sentía mucho."
Catalina descubrió que uno de sus mandos militares era su hermano Miguel de Erauso, el cual no consiguió reconocerle pues tenía dos años cuando él marcho a América. Por otra parte, ella no reveló su identidad, pero si que le estuvo comentando que era de su misma ciudad y sobre de conocidos y lugares comunes. Miguel acogió a Catalina en su tropa, persuadido de tener junto a sí a un paisano, además con notables virtudes militares.
Durante estos años se vio envuelta en numerosas peleas y disputas. Fue amante del juego, los caballos y el galanteo con mujeres como era normal entre los soldados españoles de la época. Pronto se ganó la fama de duelista arbitrario y peligroso espadachín. En Argentina fue condenada a muerte por un duelo en el mató a su contrincante. Ya en el cadalso y con la soga al cuello, fue dada orden de liberación por haber confesado los falsos testigos que habían provocado su detención.
En la ciudad de Concepción, actuó como padrino de un amigo durante uno de esos duelos. Tras el intercambio de golpes su amigo y su contrincante cayeron heridos al mismo tiempo. Según el protocolo, los padrinos continuaron el combate, Catalina tomó su arma y se enfrentó al padrino rival, hiriéndole de gravedad. Moribundo, éste dio a conocer su identidad, sabiendo entonces Catalina que se trataba de su hermano Miguel de Erauso. Sólo pudo huir.
INTERPRETACIÓN CINEMATOGRÁFICA DE CATALINA DE ERAUSO |
Continuó enrolada en los campos de batalla de Chile y Perú, en Tucumá, Potosí, La Plata, Cochamba, Cruzco, Huamanga...
En otra ocasión, estando en la ciudad peruana de Huamanga en 1623, fue detenida a causa de una disputa. Para evitar ser ajusticiada, se vio obligada a pedir clemencia al obispo Agustín de Carvajal, contándole además que no podía ser ajusticiada por ser mujer y que había escapado hacía ya bastantes años de un convento.
Ella misma lo narró así:
"Señor, la verdad es ésta: que soy mujer, que nací en tal parte, hija de Fulano y Zutana, que me entraron de tal edad en tal convento, con Fulana mi tía; que allí me crié; que tomé el hábito y tuve noviciado; que estando para profesar, por tal ocasión me salí; que me fui al tal parte, me desnudé, me vestí, me corté el cabello, partí y acullá; me embarqué, aporté, trajiné, maté, herí, maleé, correteé, hasta venir a para en los presente, y a los pies de Su Señoría Ilustrísima."
Asombrado, el obispo determinó que un grupo de matronas la examinarían, comprobando que no sólo era mujer, sino virgen. Tras este examen y la demostración de tan extraordinario arrojo, recibió el apoyo del eclesiástico, quien evitó que Catalina fuese castigada por ejercer una falsa identidad e instalándola en el convento de Santa Clara de Huamanga, con el hábito correspondiente, bajo su tutela.
El asunto llegó a oídos de la Corte, donde se interesan, no por la monja Catalina, sino por el heroico alférez de la Guerra de Arauco. En traje de civil, regresaba embarcada en la Armada del general vascongado Tomás de Larraspuru, natural de Azcoitia, que había prestado extraordinarios servicios a España limpiando de piratas el mar Caribe.
Fue recibida con honores por el rey Felipe IV, sorprendido gratamente por la historia de la donostiarra. El llamado "Rey Planeta", le confirmó su graduación y empleo militar, la llamó "monja alférez", autorizándola además a emplear su nombre masculino y le concedió una pensión de ochocientos escudos de renta.
El memorial que dirigió Catalina al rey para solicitar su ayuda comenzaba con estas palabras:
"Señor: el alférez doña Catalina de Erauso, vecina y natural de la villa de San Sebastián, privicia de Guipúzcoa, dice: que en tiempo de diez y nueve años a esta parte, los quince ha empleado en servicio de Vuestra Majestad en las guerras del reino de Chile e indios del Perú, habiendo pasado a aquellas partes en hábito de varón, por particular inclinación que tuvo de ejercitar las armas en defensa de la fe católica y emplearse en servicios de Vuestra Majestad."
Algo más tarde, mientras su nombre y aventuras se extendían por Europa, Catalina viajó a Roma, quizás para arreglar de la mejor forma posible su extravagante situación personal. El papa Urbano VIII, le recibió en audiencia, escuchó su historia y le autorizó, de forma excepcional, a continuar usando su vestimenta de hombre, pero sin reincidir en más delitos y alborotos.
De esta forma lo escribió:
"Partí de Génova a Roma. Besé el pie a la Santidad de Urbano VIII, y referíle en breve y lo mejor que supe mi vida y correrías, mi sexo y virginidad. Mostró Su Santidad extrañar tal cosa, y con afabilidad me concedió licencia para proseguir mi vida en hábito de hombre, encargóme la prosecución honesta en adelante y la abstinencia de ofender al prójimo. Hízose el caso allí notorio, y fue notable el confuso de que me vi cercado: personajes, príncipes, obispos, cardenales."
También fue recibida por varios cardenales. Uno de ellos, el italiano Magallón, que no debía de sentir gran simpatía por los españoles, le dijo tras conocer sus aventuras que no tenía más falta que ser español, a lo que respondió la guipuzcoana:
"A mi me parece señor, debajo de la corrección que se debe a Vuestra Señoría Ilustrísima, que no tengo otra cosa buena."
Las jornadas italianas de Catalina, en efecto, fueron de fama y agasajo. Hasta que un día se cansó y marchó a Nápoles para embarcar de regreso a España. Su presencia en Nápoles también suscitó admiración. Paseando por el puerto de aquella ciudad, comentó en sus memorias que unas jovencitas acompañadas de unos mozalbetes quisieron burlarse de ella diciéndole: "Signora Catalina, dove si cammina?"; a lo que ella respondió: "A darles a ustedes unos pescozones, señoras putas, y unas cuchilladas a quien se atreva a defenderlas."
Durante esta tranquila etapa, ella misma escribió o dictó sus propias memorias El memorial de los méritos y servicios del alférez Erauso, que hoy se encuentran en el Archivo de Indias.
Pero su espíritu inquieto y aventurero no conoció reposo. En 1630, la monja alférez viajó de nuevo a América y se instaló en el Virreinato de Nueva España, probablemente en la ciudad de Orizaba en el estado de Veracruz, donde regentó un negocio de arriera o transporte de mercancías entre México y Veracruz.
A partir de 1635, poco se sabe de su vida, salvo que murió en Cuitlaxtla, localidad cercana a Puebla, quince años más tarde. Sin embargo, tampoco se conocen las causas de su fallecimiento, pues unos dijeron que fue asesinada, otros que murió sola entre sus asnos en los altos de Orizaba, otros que en un naufragio transportando una carga en un bote, y otros que se la había llevado el diablo.
ESCULTURA EN ORIZABA, MÉXICO |
Este personaje femenino fue uno de los más controvertidos del Siglo de Oro español, por enrolarse en la milicia española que conquistaba América del sur haciéndose pasar por un hombre. Cuando su identidad fue delatada, generó más de un debate entre la intelectualidad española del momento, pero consiguió ganarse el respeto y admiración de muchos que la consideraron una heroína española.
Fue un caso de anormalidad evidente, el juicio moral fue tan flexible como nítido: si aquella mujer no podía ser mujer, que viviera como hombre, pero llevando una conducto honesta; si aquel soldado merecía recompensa, que la disfrutara, aunque fuera una mujer; si aquel delincuente había obtenido el perdón real y absolución papal, sus delitos quedaban enjuagados, pero con la condición de no reincidir.
Las memorias de Catalina fueron publicadas bastante tiempo después en París en el año 1894, por una traducción del poeta francés José María de Heredia con ilustraciones del artista español Daniel Urrabieta Vierge.
En 1784, Juan Bautista Muñoz descubrió la biografía de tan peculiar señora; tras caer en manos del científico Joaquín Mária Ferrer fue publicado en París, en 1829, con el título Historia de la monja alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma, y traducida a varios idiomas.
A continuación se tradujeron a varios idiomas y se hicieron versiones del tema. En el mundo anglosajón fue conocida con el nombre de Lieutenant Nun (Monja Teniente). Quizás la versión más famosa fue la idealizada por Thomas De Quincey. El escritor inglés cayó en la fascinación por la vida de Catalina en su novela The Nautico-Military Nun of Spain, escrita en el siglo XVIII. En ella, Catalina es una heroína romántica, una mujer hermosa, un genio de la espada.
Mucho de cuanto se cuenta el este libro es difícil distinguir la realidad de la ficción, de él surgieron adaptaciones, así como obras de teatro, zarzuelas y películas. En sus memorias confesó alguna aventura lésbica, como cuando una ventera la sorprende "andándole a la hija entre las piernas". En 1972, fue publicada de nuevo en inglés con el título The Ensign Nun.
En la actualidad sigue siendo una fuente de inspiración para escritores, dramaturgos, directores de cine y artistas plásticos y de igual forma ha sido fuente de inspiración de múltiples análisis y trabajos académicos intentando explicar su compleja personalidad. Entre las novelas más destacadas están: Mar brava: historias de corsarios, piratas y negreros españoles, de Gerardo González de Vega (Ediciones B, 1999); La monja alférez: la juventud travestida de Catalina de Erauso, de Ricard Ibáñez (Devir, 2004); ambas publicadas en Barcelona.
El cine descubrió al personaje en 1943 cuando Emilio Gómez Muriel dirigió a la actriz mexicana María Félix, la Doña, en el papel de Catalina. La película La Monja Alférez fue producida por la compañía cinematográfica mexicana CLASA Films.
En 1986, Javier Aguirre retomó la historia con Esperanza Roy interpretando a La Monja Alférez.
Mucho de cuanto se cuenta el este libro es difícil distinguir la realidad de la ficción, de él surgieron adaptaciones, así como obras de teatro, zarzuelas y películas. En sus memorias confesó alguna aventura lésbica, como cuando una ventera la sorprende "andándole a la hija entre las piernas". En 1972, fue publicada de nuevo en inglés con el título The Ensign Nun.
En la actualidad sigue siendo una fuente de inspiración para escritores, dramaturgos, directores de cine y artistas plásticos y de igual forma ha sido fuente de inspiración de múltiples análisis y trabajos académicos intentando explicar su compleja personalidad. Entre las novelas más destacadas están: Mar brava: historias de corsarios, piratas y negreros españoles, de Gerardo González de Vega (Ediciones B, 1999); La monja alférez: la juventud travestida de Catalina de Erauso, de Ricard Ibáñez (Devir, 2004); ambas publicadas en Barcelona.
El cine descubrió al personaje en 1943 cuando Emilio Gómez Muriel dirigió a la actriz mexicana María Félix, la Doña, en el papel de Catalina. La película La Monja Alférez fue producida por la compañía cinematográfica mexicana CLASA Films.
En 1986, Javier Aguirre retomó la historia con Esperanza Roy interpretando a La Monja Alférez.
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