El horror de los burdeles en
los campos de concentración
21 de
octubre de 2016
En este momento lo más probable es que la vida de una joven mujer esté a punto de cambiar dramáticamente. La historia la hemos escuchado decenas de veces. María tiene 14 años y vive en un pueblo donde se siente incomprendida. Es una joven hermosa y tiene el sueño de ser una residente de un lugar con lujos y cosas brillantes. Ella no tiene la culpa. De distintas formas su mente ha sido moldeada para pensar así, es una adolescente susceptible. Cerca de ella está un joven de 21 años con ojos claros y un automóvil de no más de 5 años de antigüedad. Ya fijó su mirada en ella; es su siguiente víctima.
Hace más de
70 años otra mujer y muchas
más fueron expulsadas de su hogar y transportadas a un lugar donde se enfrentarían
a trabajos forzados por sus creencias religiosas. No obstante, algunas más
tuvieron que pasar por horrores mucho más grandes. Durante la Segunda Guerra
Mundial, los Nazis establecieron burdeles dentro de los campos de concentración
para incentivar a la población masculina a que colaboraran en sus tareas,
aunque en realidad se usaban principalmente por los funcionarios simpatizantes
de Hitler.
De hecho, distintos burdeles fueron establecidos a través de toda la Europa ocupada por Alemania y eran de uso exclusivo de los soldados de la SS y de las fuerzas armadas de los Nazis. La diferencia entre los que estaban en los campos de concentración es que las mujeres que se prostituían o que hacían "espectáculos" para los prisioneros y soldados eran transferidas de otros campos –principalmente el de Ravensbrück–. Al menos 34 mil mujeres alrededor de toda Europa fueron forzadas a servir como prostitutas.
Todos los
burdeles se abrieron entre 1942 y 1944. Fueron construidos en diseño de
barricadas con hasta 20 cuartos individuales. Las prisioneras tenían a una
especie de madame que se encargaba de mantenerlas en orden. Por lo
general eran reemplazadas de forma constante ya que morían por distintas
enfermedades, heridas y desgasto en general. Existe evidencia incluso de que
las mujeres eran tatuadas con la frase "Puta de Campo" en el pecho.
Aquellas que
quedaban embarazadas se les forzaba a abortar, lo que resultaba en muerte y en
muchos casos los soldados de la SS le afirmaban a las mujeres que si
participaban en ese trabajo sexual tendrían un mejor trato o una reducción a su
sentencia (que en sí era indefinida), lo que causó envidia y conflictos dentro de
los grupos femeninos de los campos, pero no sabían a lo que se enfrentarían.
Existe una declaración de un campo ruso que afirma que las compañeras golpeaban
brutalmente a quien quisiera aceptar esas propuestas.
Además de
que los burdeles se usaban para "motivar" a los prisioneros, Heinrich
Miller también lo pensó para mostrarle a los hombres homosexuales "los
placeres del sexo opuesto" en forma de lo que él consideraba terapia para
"curarlos" de sus preferencias sexuales. Y aunque el propósito era
motivar a los judíos que servían haciendo labores extenuantes, no funcionó más
que comp un sistema de mercadeo de cupones entre las personas
"importantes" dentro de los campos.
Cuando finalizó la guerra y comenzaron a arrestar a todos los oficiales y soldados nazis, también sus mujeres fueron perseguidas por los sobrevivientes y fueron rapadas, expuestas, humilladas y en algunos casos violadas o heridas brutalmente. Así surgió el dilema moral de si la venganza era necesaria o si pudo evitarse y mostrar humanidad, pero ¿cómo hacerlo si parece que los despojaron de ella?.
Todas las
guerras nos han mostrado lo mismo. Horrores que estamos dispuestos a hacer
cuando todo lo demás parece desmoronarse. Es inimaginable el sufrimiento
acumulado de todas las mujeres que han sido violadas, brutalizadas y humilladas
a lo largo de la historia, principalmente porque en ese entonces ellas no
peleaban como soldados, entonces ¿por qué usarlas como un objeto sin
importancia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario