LA MUJER EN LA HISTORIA MILITAR

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Damas Legionarias

sábado, 9 de febrero de 2019

EN EL EJÉRCITO ESPAÑOL, SÓLO UNA DE CADA CUATRO MUJERES TIENE CONTRATO INDEFINIDO

Solo una de cada cuatro mujeres militares tiene contrato indefinido

30 años después del ingreso de la mujer en las Fuerzas Armadas su precariedad laboral es muy superior a la de sus compañeros varones

En febrero de 2018 se cumplen 30 años de la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas. En este tiempo han escalado, lenta pero inexorablemente, en la jerarquía militar: ya hay una coronel y la próxima década debería ver a la primera general. Esta progresión no evita que el porcentaje de mujeres que ingresa en filas haya caído desde que empezó la crisis y su precariedad sea muy superior a la de sus compañeros varones. Menos de una de cada cuatro mujeres tiene un contrato indefinido, frente a casi uno de cada dos hombres.


Mujeres militares durante un acto en la base de El Goloso (Madrid).
Mujeres militares durante un acto en la base de El Goloso (Madrid).
Tres décadas después de que saltase el cerrojo que impedía el ingreso de la mujer en el Ejército, el 12,6% de los militares españoles son de sexo femenino. Ese porcentaje es casi dos puntos superior a la media de la OTAN (10,6%) y sitúa a España en el puesto número 11 de los países aliados, por detrás de Hungría, EE UU o Francia, pero por delante de Alemania o Reino Unido.


Entre 2000 y 2006, tras la supresión del servicio militar obligatorio y la profesionalización de las Fuerzas Armadas, el porcentaje de mujeres se duplicó, pero desde entonces permanece estancado en algo más del 12%, con un lentísimo incremento. A corto plazo incluso se reducirá, pues en los cuatro últimos años, coincidiendo con la crisis, las mujeres admitidas en las convocatorias de tropa y marinería han oscilado entre el 4,6% y el 7,3%. Como consecuencia, entre los soldados más modernos (tres primeros años de compromiso) solo representan el 6,5%, mientras que en el conjunto son el 16,5%.




40 casos de acoso sexual en dos años


M.G.

Desde que en 2015 tanto la Ley de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas como el Código Penal Militar tipificaron el acoso sexual como falta muy grave o delito se han abierto 40 procedimientos (20 de carácter penal y 20 disciplinarios) en el Ejército, según datos del Ministerio de Defensa hasta octubre pasado.

La principal novedad es que los expedientes disciplinarios, antes casi inexistentes (en 2015 no se abrió ninguno), han ido creciendo (cuatro en 2016 y 15 en 2017), mientras que las causas penales se han reducido en paralelo (16 en 2016 y cinco en 2017), invirtiendo las tendencias. En la práctica totalidad de los casos la víctima era una mujer.

Según los expertos, el acoso sexual funciona como una escalada por lo que el aumento de las sanciones disciplinarias puede tener un efecto disuasorio y frenar la agresión en su fase más temprana evitando que se llegue al delito.

¿Qué está pasando? Los responsables del Ministerio de Defensa niegan que el Ejército, que abrió de par en par sus puertas a las mujeres cuando apenas tenía dos candidatos por plaza, las entrecierre ahora que puede elegir entre 20 aspirantes por puesto, y alegan que las últimas convocatorias han sido limitadas y no resultan significativas.

“El modelo de incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas aún está desarrollando sus potencialidades. Hay que esperar a que se consolide para analizar sus resultados”, sostienen en el equipo de la ministra María Dolores de Cospedal. Aducen que la integración se realizó de modo gradual y el marco legal no estuvo acabado hasta 1999, hace 18 años. Como factores positivos, subrayan que la presencia de la mujer crece entre los cuadros de mando (6%) y en las academias de oficiales y suboficiales, donde han pasado del 12% al 17% en cuatro años. También que su tasa de abandono es la mitad que los varones (1,8% frente a 3,6%).

Se refieren al abandono voluntario, no al forzoso por finalización de contrato. Aunque las cifras resulten farragosas, son clarificadoras. La tasa de temporalidad de las mujeres militares es del 77,5%, mientras la de los hombres se limita al 51,5%. Es decir, casi la mitad de los varones tiene un contrato fijo, que le permite seguir en el Ejército hasta el fin de su carrera, mientras que menos de una de cada cuatro mujeres goza de estabilidad.

Esta precariedad, que supone perder el empleo al cumplir la edad de 45 años —cobrando una pequeña paga como reservista—, la padecen el 16% de las mujeres oficiales (frente al 3,5% de los hombres) y el 92,4% de las militares de tropa (frente al 84,4% de los varones). Los suboficiales son todos fijos, pero entre ellos solo hay un 4,7% de mujeres.

Defensa atribuye la escasez de mujeres entre los soldados permanentes a que la ley exige 14 años de antigüedad para poder optar a esta condición y hasta hace poco ninguna cumplía dicho requisito. También apela a la existencia de un tapón de varones veteranos que bloqueaba el ascenso de la mujer para explicar su poco peso en los empleos superiores de la escala de tropa (cabo mayor y cabo). “Nos preocuparía que hubiera alguna tendencia negativa en la integración de la mujer, pero no la vemos”, alegan en el ministerio.
Quien sí la ve es Zaida Cantera, portavoz del PSOE en la Comisión de Defensa del Congreso y comandante retirada. “En todo proceso de selección en el que hay un factor subjetivo, la mujer resulta perjudicada”, asegura.



Informes personales

Ese es el caso del informe personal de calificación (IPEC), que elaboran los superiores de todo militar y resulta determinante para su carrera (ascensos, cursos o destinos). En este se puntúan conceptos como “confianza en sí mismo [sic] y seguridad con que actúa” o “control y dominio de sus emociones”. Cantera recuerda que sus IPEC pasaron de brillantes a desastrosos después de denunciar a un coronel por acoso sexual.

Teresa Franco, cabo y delegada de igualdad de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME), mayoritaria en los ejércitos, asegura que “hacen falta estudios con perspectiva de género para conocer la causa de estos problemas”, pero apunta que “la conciliación familiar no está resuelta en el Ejército”.

Aunque los militares, como los demás funcionarios, tienen derecho a la reducción de jornada o la flexibilización de horario para el cuidado de los hijos, este se condiciona a “las necesidades del servicio”, cuya evaluación corresponde al mando. “Conciliar está mal visto”, agrega, y si una mujer es eximida de hacer guardias o maniobras, “muchas veces se le toma manía” porque, dada la falta de personal, supone más trabajo para sus compañeros.

Aunque son minoría entre los militares, las mujeres acaparan casi el 60% de las 3.000 reducciones de jornada (más del 80% corresponde a familias monoparentales con hijos menores de 12 años), nada distinto de lo que sucede en otros sectores, pero que resulta un lastre para su promoción profesional.
Defensa cuenta con un Observatorio para la Igualdad, dirigido por un coronel, pero “las mujeres no lo ven como un cauce para resolver sus problemas”, según Franco. La cuestión no está en las normas, sino en la cultura. “Los militares no están formados en la igualdad”, advierte. ¿Es machista el Ejército? “Las instituciones no son machistas”, reflexiona Cantera, “lo que son machistas son los comportamientos de algunas personas”.

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